No tengo ningún perdón, llevo
demasiados días sin escribir, pero por fin me ha venido la inspiración y aquí
estoy de nuevo para contaros cosas, esta vez sobre mi graduación en periodismo,
un día muy especial del que he hecho una crónica.
Hola amiguit@s!
Todo comenzaba con los
preparativos. Antes de ir en busca de un vestido nuevo revolví los armarios
repasando prenda por prenda, pero como en muchas ocasiones ocurre y como muchas
me comprenderéis… ¡no tenía qué ponerme!, ninguna de las faldas, vestidos o
pantalones me parecían adecuados para el gran día. Y lo peor no era eso, lo
peor era que, para no variar, había dejado todo para última hora y a una semana
del día estaba sin mi oufit y sin días libres para hacer una escapada de
compras.
Con los
exámenes recién terminados y a expensas de la entrega del último ensayo, me fui
a disfrutar del puente de Castilla-La Mancha a uno de los pueblos más bonitos
de España, Vejer de la Frontera (Cádiz), muy bonito, pero donde no esperaba
encontrar mi vestido para el gran día. Mi intención allí era disfrutar del
pueblo y aprovechar la playa todo lo posible, o más bien todo lo que el tiempo
meteorológico me lo permitiera. Tiempo que llevaba mirando más de una semana y
que desde el principio predecía lluvias para el sábado. Y… efectivamente el
sábado llovió, porque como dice mi gran amiga Eva Martínez “vamos al río y se
seca”. Pero, como no hay mal que por bien no venga (hoy estoy refranera). me
planté en el centro comercial Bahía Sur
de San Fernando y en el Corte Inglés
me estaba esperando mi vestido.
Sencillito, de color alegre, rojo
anaranjado, con volantes en los hombros (tendencia) y de mi talla, me encantó
en la percha, cosa que, siendo sincera, no pasó cuando me lo probé, debido
sobre todo a la inseguridad que me provocaba el hecho de que no me había
probado nada más antes, porque en verdad me sentaba bien, iba cómoda con el
largo y con el corte, y el color me favorecía porque con poco cojo colorcito, y
aunque las jornadas de playa no fueron muy intensas fueron suficiente jeje. Así
que, teniendo la aprobación de mi madre, a la que le mandé una foto, unido a que
en El Corte Inglés no hay problema con las devoluciones y que el precio (40€) estaba
por debajo del presupuesto que tenía pensado gastarme de máximo, me lancé a comprarlo.
Me recorrí varias tiendas para
ver si encontraba algo que me gustara más, pero no pasó, por lo que empecé a
pensar en los complementos, más concretamente en los zapatos, los cuales ya
tenía en mente, sandalias abiertas, de estampado tropical (hojas verdes y
alguna flor o detalle del color del vestido), tacón ancho y algo de cuña para
aguantarlos bien toda la tarde y la noche. Pero nunca salieron de mi cabeza,
pedía demasiado y no los encontré.
Ya en casa, me puse a mirar entre
todos mis zapatos de verano, y allí estaban, una sandalias que compré hace más
de cinco años en Blanco, pero que
creo que nunca han estado tan de moda como ahora por llevar una lazada en la
parte de atrás con la que se ajusta como el sistema de un corpiño. No eran para
nada lo que tenía en mente, y cuando digo nada es nada de nada, color crudo,
con detalles en dorado, tacón fino y muy poquita cuña delante, pero hacen un
pie perfecto, eso si no aptas para estar de pie muchas horas, o por lo menos yo
no las aguanto tanto tiempo, pero para eso tenía el plan B, unas cuñas
perfectas que encontré sin buscarlas y sobre todo sin esperármelo en Alcampo.
Pasé a hacer unas compras rápidas y allí estaban, en la entrada, con el color
exacto, la altura ideal y el precio muy accesible (12€). Tan accesible, que en
verdad cogí dos pares de diferente color, unas las que finalmente me quedé y
otras en tonos verdes que no terminaron de convencerme y acabé descambiando.
Tenía todo preparado, los dos pares de zapatos (los taconazos y las cuñas) en la bolsa, la pulsera, los anillos, el bolso, (que también lo tenía de hace tiempo) y el vestido planchado y colgado en la percha listo para traérmelo a Cuenca el lunes, pues estaba en Tarancón como todos los fines de semana. Pero no, para variar tiene que haber imprevistos, y cuando ya iba camino de Cuenca me acordé de que no había cogido el vestido (punto para Silvia) soy un despiste con patas, lo reconozco. Pero bueno, la verdad es que no suponía un gran problema pues mi familia vendría el sábado para acompañarme en el gran día y podrían traérmelo.
Llegó el sábado 11 de junio,
fecha que, a partir de ahora, no solo lo recordaré por ser el cumpleaños de mi
primo David, también lo recordaré por ser un día muy especial, el día de mi
graduación como periodista. Amaneció, y aunque no madrugué en exceso porque
quería estar descansada, esa mañana me dió tiempo a hacer de todo, el acto no
comenzaba hasta las 6 de la tarde, y hasta esa hora, me duché, saqué a Sauron,
me ricé el pelo y me cogí los rulos (para que me aguantara más el pelo), limpié
la casa entera, hice la comida, comí y me solté los rulos para empezar a ver
qué iba a hacer con tanto rizo. Improvisé y finalmente me salió una especie de
coleta baja informal con la que me sentía cómoda. Me maquillé como lo suelo
hacer normalmente, la verdad que lo único un poco especial es que me delineé la
raya de debajo de los ojos con un poco de sombra verde y cuando me quise dar
cuenta eran casi las cinco de la tarde y tenía un ataque de nervios que me recorría
todo el cuerpo. Llegó mi vestido, me lo puse con todo el cuidado del mundo para
no mancharlo y no despeinarme, me puse los zapatos (cosa que tenía que haber
hecho antes porque casi me mato para evitar que se arrugara el vestido) y
marché para la universidad.
Los nervios iban en aumento según
se acercaba la hora del acto. Salí del coche y a medida que iba avanzando me fui
encontrando con mis compañeros, los cuales compartían el mismo estado de
nervios que yo. Unas cuantas fotos con la familia, un rato de espera mientras
se sentaban los invitados, revuelo en la puerta del salón y… ¡ya! Por fin
podíamos entrar y ocupar nuestros asientos.
Para nada fue un acto corriente,
por supuesto que hubo discursos y el coro cantando como estipulaba el
protocolo, pero ahí estábamos los alumnos de periodismo para dar guerra hasta
el final. Lo primero de todo fue proyectar un corto grabado y montado por unos
compañeros en el que participamos todos los alumnos de cuarto, los dos
presentadores, también compañeros, dieron el toque de humor y para dar la nota,
en el buen sentido, tuvimos música rock en directo de la mano de otros
valientes, también compañeros claro, ¿quién tiene rock en su acto de
graduación? Avanzaba la tarde y llegó el momento de colocarnos las becas, sin
duda uno de los momentos más emocionantes, las piernas comenzaban a temblar
pensado en un posible tropiezo al subir las escaleras, pero no había cabida para
ello, era momento de sacar pecho y pisar fuerte por lo que significa esa beca,
esfuerzo, dedicación, aprendizaje y mucha ilusión, ilusión y orgullo que se
reflejaba en la cara de todos los presentes. Para finalizar un vídeo con fotos
de los grandes momentos que hemos pasado en estos cuatro años de carrera, y
como colofón final, el himno de la UCLM versionado por nuestros compañeros que
tocaron con la guitarra eléctrica y la batería dando pie al canto del coro, sin
duda algo memorable y admirable que nunca se había hecho y que probablemente
nunca se volverá hacer o por lo menos no será lo mismo por la innovación y el
factor sorpresa.
Reí, lloré y aplaudí a rabiar,
hasta el punto de que se me hincharon los dedos y el anillo me estaba haciendo
polvo, pero no importaba, fue un acto genial. Al terminar fotos y más fotos, la
de familia con todos los compañeros, con los familiares y por supuesto con las
amigas que me llevo de esta intensa etapa que llega a su fin. Para después nos
esperaba una cena, la cual recuerdo como una boda pero con todo amigos, en la
que a cambio del clásico vivan los novios se les hicieron cánticos a los
profesores que nos acompañaron, los cuales respondieron con el mismo
humor. Se podría decir que me alimenté
de risas.
Este era un día de fiesta y
celebración, nuestro gran día, y para rematarlo como es merecido, una vez acabada la
cena nos dirigimos al local que teníamos reservado con barra libre. Bailamos,
bebimos y no entraré en más detalles, porque como se suele decir, el resto es
historia…
NOTA > Podéis encontrar los vídeos del acto en el siguiente enlace: