sábado, 18 de junio de 2016

Experiencia de una graduación

No tengo ningún perdón, llevo demasiados días sin escribir, pero por fin me ha venido la inspiración y aquí estoy de nuevo para contaros cosas, esta vez sobre mi graduación en periodismo, un día muy especial del que he hecho una crónica.

Hola amiguit@s!

Todo comenzaba con los preparativos. Antes de ir en busca de un vestido nuevo revolví los armarios repasando prenda por prenda, pero como en muchas ocasiones ocurre y como muchas me comprenderéis… ¡no tenía qué ponerme!, ninguna de las faldas, vestidos o pantalones me parecían adecuados para el gran día. Y lo peor no era eso, lo peor era que, para no variar, había dejado todo para última hora y a una semana del día estaba sin mi oufit y sin días libres para hacer una escapada de compras.
           
            Con los exámenes recién terminados y a expensas de la entrega del último ensayo, me fui a disfrutar del puente de Castilla-La Mancha a uno de los pueblos más bonitos de España, Vejer de la Frontera (Cádiz), muy bonito, pero donde no esperaba encontrar mi vestido para el gran día. Mi intención allí era disfrutar del pueblo y aprovechar la playa todo lo posible, o más bien todo lo que el tiempo meteorológico me lo permitiera. Tiempo que llevaba mirando más de una semana y que desde el principio predecía lluvias para el sábado. Y… efectivamente el sábado llovió, porque como dice mi gran amiga Eva Martínez “vamos al río y se seca”. Pero, como no hay mal que por bien no venga (hoy estoy refranera). me planté en el centro comercial Bahía Sur de San Fernando y en el Corte Inglés me estaba esperando mi vestido.

Sencillito, de color alegre, rojo anaranjado, con volantes en los hombros (tendencia) y de mi talla, me encantó en la percha, cosa que, siendo sincera, no pasó cuando me lo probé, debido sobre todo a la inseguridad que me provocaba el hecho de que no me había probado nada más antes, porque en verdad me sentaba bien, iba cómoda con el largo y con el corte, y el color me favorecía porque con poco cojo colorcito, y aunque las jornadas de playa no fueron muy intensas fueron suficiente jeje. Así que, teniendo la aprobación de mi madre, a la que le mandé una foto, unido a que en El Corte Inglés no hay problema con las devoluciones y que el precio (40€) estaba por debajo del presupuesto que tenía pensado gastarme de máximo,  me lancé a comprarlo.



Me recorrí varias tiendas para ver si encontraba algo que me gustara más, pero no pasó, por lo que empecé a pensar en los complementos, más concretamente en los zapatos, los cuales ya tenía en mente, sandalias abiertas, de estampado tropical (hojas verdes y alguna flor o detalle del color del vestido), tacón ancho y algo de cuña para aguantarlos bien toda la tarde y la noche. Pero nunca salieron de mi cabeza, pedía demasiado y no los encontré.

Ya en casa, me puse a mirar entre todos mis zapatos de verano, y allí estaban, una sandalias que compré hace más de cinco años en Blanco, pero que creo que nunca han estado tan de moda como ahora por llevar una lazada en la parte de atrás con la que se ajusta como el sistema de un corpiño. No eran para nada lo que tenía en mente, y cuando digo nada es nada de nada, color crudo, con detalles en dorado, tacón fino y muy poquita cuña delante, pero hacen un pie perfecto, eso si no aptas para estar de pie muchas horas, o por lo menos yo no las aguanto tanto tiempo, pero para eso tenía el plan B, unas cuñas perfectas que encontré sin buscarlas y sobre todo sin esperármelo en Alcampo. Pasé a hacer unas compras rápidas y allí estaban, en la entrada, con el color exacto, la altura ideal y el precio muy accesible (12€). Tan accesible, que en verdad cogí dos pares de diferente color, unas las que finalmente me quedé y otras en tonos verdes que no terminaron de convencerme y acabé descambiando.


 Tenía todo preparado, los dos pares de zapatos (los taconazos y las cuñas) en la bolsa, la pulsera, los anillos, el bolso, (que también lo tenía de hace tiempo) y el vestido planchado y colgado en la percha listo para traérmelo a Cuenca el lunes, pues estaba en Tarancón como todos los fines de semana. Pero no, para variar tiene que haber imprevistos, y cuando ya iba camino de Cuenca me acordé de que no había cogido el vestido (punto para Silvia) soy un despiste con patas, lo reconozco. Pero bueno, la verdad es que no suponía un gran problema pues mi familia vendría el sábado para acompañarme en el gran día y podrían traérmelo.

Llegó el sábado 11 de junio, fecha que, a partir de ahora, no solo lo recordaré por ser el cumpleaños de mi primo David, también lo recordaré por ser un día muy especial, el día de mi graduación como periodista. Amaneció, y aunque no madrugué en exceso porque quería estar descansada, esa mañana me dió tiempo a hacer de todo, el acto no comenzaba hasta las 6 de la tarde, y hasta esa hora, me duché, saqué a Sauron, me ricé el pelo y me cogí los rulos (para que me aguantara más el pelo), limpié la casa entera, hice la comida, comí y me solté los rulos para empezar a ver qué iba a hacer con tanto rizo. Improvisé y finalmente me salió una especie de coleta baja informal con la que me sentía cómoda. Me maquillé como lo suelo hacer normalmente, la verdad que lo único un poco especial es que me delineé la raya de debajo de los ojos con un poco de sombra verde y cuando me quise dar cuenta eran casi las cinco de la tarde y tenía un ataque de nervios que me recorría todo el cuerpo. Llegó mi vestido, me lo puse con todo el cuidado del mundo para no mancharlo y no despeinarme, me puse los zapatos (cosa que tenía que haber hecho antes porque casi me mato para evitar que se arrugara el vestido) y marché para la universidad.


Los nervios iban en aumento según se acercaba la hora del acto. Salí del coche y a medida que iba avanzando me fui encontrando con mis compañeros, los cuales compartían el mismo estado de nervios que yo. Unas cuantas fotos con la familia, un rato de espera mientras se sentaban los invitados, revuelo en la puerta del salón y… ¡ya! Por fin podíamos entrar y ocupar nuestros asientos.



Para nada fue un acto corriente, por supuesto que hubo discursos y el coro cantando como estipulaba el protocolo, pero ahí estábamos los alumnos de periodismo para dar guerra hasta el final. Lo primero de todo fue proyectar un corto grabado y montado por unos compañeros en el que participamos todos los alumnos de cuarto, los dos presentadores, también compañeros, dieron el toque de humor y para dar la nota, en el buen sentido, tuvimos música rock en directo de la mano de otros valientes, también compañeros claro, ¿quién tiene rock en su acto de graduación? Avanzaba la tarde y llegó el momento de colocarnos las becas, sin duda uno de los momentos más emocionantes, las piernas comenzaban a temblar pensado en un posible tropiezo al subir las escaleras, pero no había cabida para ello, era momento de sacar pecho y pisar fuerte por lo que significa esa beca, esfuerzo, dedicación, aprendizaje y mucha ilusión, ilusión y orgullo que se reflejaba en la cara de todos los presentes. Para finalizar un vídeo con fotos de los grandes momentos que hemos pasado en estos cuatro años de carrera, y como colofón final, el himno de la UCLM versionado por nuestros compañeros que tocaron con la guitarra eléctrica y la batería dando pie al canto del coro, sin duda algo memorable y admirable que nunca se había hecho y que probablemente nunca se volverá hacer o por lo menos no será lo mismo por la innovación y el factor sorpresa.


Corto III promoción periodismo

Reí, lloré y aplaudí a rabiar, hasta el punto de que se me hincharon los dedos y el anillo me estaba haciendo polvo, pero no importaba, fue un acto genial. Al terminar fotos y más fotos, la de familia con todos los compañeros, con los familiares y por supuesto con las amigas que me llevo de esta intensa etapa que llega a su fin. Para después nos esperaba una cena, la cual recuerdo como una boda pero con todo amigos, en la que a cambio del clásico vivan los novios se les hicieron cánticos a los profesores que nos acompañaron, los cuales respondieron con el mismo humor.  Se podría decir que me alimenté de risas.

Este era un día de fiesta y celebración, nuestro gran día, y para rematarlo como es merecido, una vez acabada la cena nos dirigimos al local que teníamos reservado con barra libre. Bailamos, bebimos y no entraré en más detalles, porque como se suele decir, el resto es historia…



NOTA > Podéis encontrar los vídeos del acto en el siguiente enlace: